viernes, 25 de octubre de 2013

Quiero que tengan 18

A nivel mundial, al menos en cuanto a legalidad y definición se trata, la mayoría de edad  es una condición, según la cuál, se determina la plena capacidad de obrar de la persona que logra alcanzar una edad cronológica establecida en la que se considera que el individuo es plenamente capaz de obrar…  por tanto la persona está facultada para conducir, por cuenta propia, sus acciones y, por su puesto, debe asumir las responsabilidades que se deriven de las mismas.

Para quienes aún no han alcanzado esa “edad cronológica establecida” la mayoría de edad es algo así como una declaratoria de emancipación, casi casi una amenaza que se susurra en silencio en tono rencoroso contra los miembros del hogar ante cualquier pequeño regaño, corrección u oposición paterna: “ya verás, cuando tenga 18 años haré lo que se me pegue en gana”.

Y es que pareciera, que “hacer lo que me dé la gana”  es una suerte de mantra cargado de vibraciones positivas que atraerá la felicidad absoluta, como si por arte de magia, al cumplir 18 años, se acaban las vinculaciones de un adolescente con su entorno familiar, con su comunidad y con la sociedad.

No puedo negar que yo también soñé con aquel 23 de agosto en el que finalmente cumpliría la mayoría de edad y mi vida cambiaría, pero la verdad, tras hacer una retrospectiva minuciosa del asunto, más allá de sacarme la licencia de conducir, poder viajar sin permiso firmado o tener la facultad de abrir sola una cuenta bancaria, mi vida no sufrió cambios radicales. Y es que haber alcanzado la “edad cronológica para” no significaba contar con los recursos financieros, emocionales  e intelectuales para… porque igual vivía bajo el techo de mis padres, dependía económicamente de ellos y pare usted de contar.

Creo que los venezolanos, tenemos muy desdibujado el asunto.  El exceso de exposición a la programación de MTV en nuestra adolescencia (pasada y presente) nos lleva a creer que al tener 18 podremos al fin “living la vida loca”, pero nuestras tradiciones y herencia europea, construida sobre estructuras familiares matriarcales y condiciones socioeconómicas inestables, hace de este anhelo una quimera.

Primero me referiré a los padres, un grupo en el que me incluyo para hacer una 
simple pregunta ¿Quién demonios el día después de que su hijo o hija cumple 18 años le pone su maletica en la puerta de casa y le dice: “Amor, ya tienes 18, así que vamos pa´la calle, venga que te ayudo a alquilar tu apartamentico para que vivas solit@? Nadie verdad ! por tanto, nosotros no debemos ni podemos alentar declaratorias de independencia insensatas sobre la llegada de la mayoría de edad.

Claro está, cuando nuestros hijos cumplan 18 no tendremos legalmente potestad para exigir cosas como que tengan una hora de llegada a la casa, o impedir que se les venda licor,  pero eso no debe hacernos perder de vista que, mientras nuestros hijos estén bajo nuestra tutela, es decir, mientras se bañen, laven su ropa, coman, duerman y dependan de nuestra billetera, tenemos la potestad MORAL SUFICIENTE para solicitar el cumplimiento de las normas de respeto y convivencia necesarias para el establecimiento de relaciones armoniosas, basadas en la justicia y en el pleno entendimiento de que no basta con tener la edad cronológica para…. Ya que es preciso también contar con las condiciones emocionales, intelectuales y financieras para…

A riesgo de parecer tirana voy a adentrarme en profundidades y referirme, en segundo término, a nuestros hijos. Si bien ni soy adolescente ni puedo pensar en la actualidad como ellos, alguna vez formé parte de ese grupo que  iba tachando en el calendario, en cuenta regresiva, los días que faltaban para llegar a los 18.

Poder hacer algo, no significa que queramos o sepamos hacerlo. Ese círculo virtuoso de querer, poder y saber no nos llega con una fecha calendario.
Con la llegada de la facultad para obrar de forma determinada para…llegan también las responsabilidades y quizás ese es el contrasentido de crecer. Nuestras decisiones buenas o malas implican que debemos asumir los costos y no siempre esto es tan sencillo.

Mientras tenemos casa, comida, vestido y amor incondicional resuelto, la vida 
se circunscribe a prepararnos intelectualmente, relacionarnos de manera positiva y disfrutar. Pero cuando toda la carga está sobre nuestros hombros la jerarquización de las actividades cambia y eso es algo que no podemos perder de vista.


Otro aspecto fundamental a considerar es que nuestras relaciones con nuestros padres nunca serán igualitarias. Nosotros no somos ellos, ni ellos serán nosotros. Su autoridad trasciende la edad y no tiene por qué ser incondicional. 

Su obligación legal para con nosotros culmina justo el día en que finalmente llega nuestra añorada mayoría de edad, de allí en adelante, sólo la convicción moral, el respeto y el amor recíproco marcará el rumbo de una relación que con el paso del tiempo se transformará de nuestra parte en admiración e inmenso agradecimiento por habernos enseñado desde antes de los 18 cosas a las cuales les sacamos provecho más allá de los 30.